Todos los Indoamericanos

Nicolás Villanova sobre la toma en Villa Lugano, en Miradas al Sur, 2/3/2014

La toma que se cobró una muerte y miles de cruces entre la fiscalía, las fuerzas policiales y los ocupantes del lugar que reclaman el cumplimiento de las promesas realizadas por el gobierno porteño. Villa Lugano sigue viviendo entre el alerta y el pedido de diálogo.
Nuevamente, la ciudad porteña es protagonista de la ocupación de un predio por varias familias. Una vez más, los habitantes de una villa intentan solucionar el déficit habitacional con sus propias manos. En la madrugada del 25 de febrero, un grupo de pobladores de la villa 20, ubicada en el barrio de Lugano, se apostó en un terreno cercano al Parque Indoamericano. Hubo un muerto, producto de un lamentable enfrentamiento entre vecinos. Esta toma no es un fenómeno aislado: se trata de algo cada vez más recurrente no sólo en la Ciudad de Buenos Aires, sino también en otras provincias. Sin duda, la base material de estas ocupaciones es la ausencia de construcción de viviendas y el incremento de los alquileres.

Perfil social de los ocupantes

El terreno ubicado entre las calles Pola y Fernández de la Cruz fue ocupado por muchas familias. Los medios de comunicación indican la presencia de 200 a 500 personas. La mayoría de ellas reside en la villa 20, situada a metros del predio. A partir de un relevamiento por entrevistas realizadas por miembros del Taller de Estudios Sociales (del Ceics) se pudo analizar la situación socioeconómica de los ocupantes. De la información recolectada se deduce que los vulgarmente denominados “usurpadores” no son más que una de las capas más explotadas de la clase obrera. Y que dicho sector no hace más que intentar obtener aquello que le es impedido por las propias contradicciones de la sociedad capitalista: una casa.
En cuanto a la ocupación laboral, las respuestas fueron de lo más heterogéneas aunque en todos los casos se expresa una situación de precariedad absoluta. Una mujer mencionó que se dedica a cuidar ancianos, trabaja 8 horas de lunes a viernes y obtiene un ingreso de 3.400 pesos. Por su parte, otras dos personas se dedican a la limpieza de casas. Una de ellas trabaja 5 horas diarias de lunes a viernes. Antiguamente, trabajaba en un geriátrico, pero quedó cesanteada luego de un accidente laboral. La otra entrevistada, en cambio, limpia casas dos veces por semana, durante 8 horas diarias y percibe 200 pesos por jornada laboral. Es decir, obtiene un ingreso mensual estimado de 1.600 pesos. Otro grupo familiar, compuesto por una mamá con dos hijos menores, se sostiene con los ingresos de su jefa de hogar. Se trata de una señora que se emplea como estampadora en un taller de calzado. Trabaja 8 horas diarias de lunes a sábado y percibe un ingreso semanal de 450 pesos, es decir, 1.800 pesos mensuales. Finalmente, otros dos entrevistados que se encuentran desocupados manifestaron que conviven con otros parientes y con sus hijos, quienes garantizan la economía del hogar. En un grupo familiar, uno de ellos obtiene sus ingresos a partir de la realización de changas, mientras que, en otro caso, el hijo se emplea en un taller chapista. Trabaja de lunes a sábados 12 horas diarias.
A su vez, se pudieron constatar los elevados montos de dinero que los ocupantes destinan a los alquileres de vivienda en la villa. Quienes residen en piezas de 3 por 3 metros pagan entre 800 y 1.000 pesos por mes. Por su parte, uno de los entrevistados mencionó que junto a otras 10 personas (entre familiares y conocidos) alquilaban una casa de 2 habitaciones por la cual pagaban 2.000 pesos mensuales. Significativamente, otros dos grupos familiares señalaron que vivían en piezas que otros parientes les prestaban para poder pernoctar. Ni siquiera podían acceder al alquiler de una habitación chica.
Otro de los datos a destacar es que ninguno de los entrevistados obtuvo durante los años previos algún subsidio del gobierno para solventar su alquiler. Sólo una persona mencionó que percibía la Asignación Universal por uno de sus cuatro hijos.

Los conflictos después de diciembre de 2010

La toma del predio en Lugano se enmarca en un proceso más general de reclamos por la problemática habitacional. Del Indoamericano a esta parte, los conflictos se mantuvieron a la orden del día. Ocupaciones de predios, exigencias de urbanización y construcción de viviendas, desalojos, enfrentamientos. A partir de un relevamiento en tres periódicos de tirada nacional sobre los conflictos más significativos, hemos constatado que los problemas habitacionales continúan y que las protestas tienden a radicalizarse. La acción directa se constituye como el método a seguir para obtener una solución a los reclamos.
Conjuntamente a los hechos ocurridos en el Parque Indoamericano en diciembre de 2010 se efectuaron otras 10 ocupaciones de diferente magnitud y duración en la Ciudad de Buenos Aires. Los terrenos elegidos fueron desde las sedes de clubes deportivos hasta terrenos baldíos y predios de empresas abandonadas. Durante el año 2011 hubo 4 tomas, tres de ellas efectuadas en el mes de marzo. Se trata de una ocupación de 204 viviendas sociales en la zona de Parque Avellaneda, al costado de las vías del Premetro entre las calles Castañares y Lafuente; una usurpación en un complejo de viviendas perteneciente a la organización Madres de Plaza de Mayo, sito en Castañares y General Paz; y otra, en las cercanías de la villa 31 de Retiro. En el Bajo Flores se ocupó un terreno perteneciente al Club 17 de agosto, durante el mes de junio. En paralelo, grupos de vecinos reclamaron por la realización de las obras en la villa Zabaleta. Por otra parte, registramos protestas por un plan de viviendas populares frente a las oficinas del Instituto de Vivienda.
En el año 2012 se produjeron 12 conflictos en la Ciudad de Buenos Aires, que constan de tomas e intentos por resistir desalojos. Se destacan numerosos conflictos en la villa 31, donde se extendieron los predios ocupados y dando lugar a enfrentamientos entre vecinos. En reiteradas manifestaciones se exige un aumento del subsidio que otorga el gobierno para costear los alquileres, el cual constaba, en ese entonces, de 1.600 pesos mensuales. Las protestas se extendieron a las villas ubicadas en otros barrios, como por ejemplo, Barracas. Allí, un grupo de vecinos de la villa 26 exigió viviendas dignas, mientras que otros pobladores de la villa 21-24 demandaron servicios básicos y urbanización. Hacia fines de año, un grupo de habitantes de la villa 31 radicalizó sus reclamos y marchó en dos oportunidades para exigir urbanización y mejoras en sus viviendas. Por otra parte, los conflictos trascienden la zona de villas y se efectúan en ámbitos céntricos, como por ejemplo, desalojos en un edificio en Constitución.
En el 2013, tanto la toma de predios o viviendas como los conflictos por desalojos se mantuvieron. En marzo se produjeron 3 ocupaciones, una de ellas en el hotel “Boutique” del barrio de Palermo, otra en hogares pertenecientes al proyecto “Sueños Compartidos” y una tercera en la villa 31. Esta última fue protagonizada por los ex habitantes de la villa Nylon, que habían sido desalojados en el año 2009. Por otra parte, grupos de pobladores de la villa 21-24 exigieron al Instituto de Vivienda su relocalización. Al finalizar el año, los manifestantes de dos villas (Retiro y Barracas) unificaron sus demandas y marcharon en dos oportunidades a la Jefatura del Gobierno porteño y a la Plaza de Mayo.
Por último, este año comenzó con varios piquetes en simultáneo por todo el centro porteño y las zonas aledañas a las villas. En primer lugar, un grupo de 68 familias desalojadas de un terreno del ferrocarril Belgrano Norte cortó la autopista Illia durante 8 días consecutivos exigiendo aumento de subsidios. En este caso se acordó con el gobierno porteño la percepción de una mayor remuneración en la asistencia de planes sociales que otorga la Ciudad, pero no la obtención de subsidios especiales. Luego, a mediados de enero, los habitantes de la villa 31 cortaron las vías del tren en protesta contra una orden judicial que les impedía ingresar en la zona donde residían. El 20 de febrero se produjeron piquetes en 17 puntos de la Ciudad para exigir la urbanización en diferentes villas. Cinco días después se tomó el predio de Lugano. Algunos de sus ocupantes mencionaron que llevaban meses hablando de dicha posibilidad, situación que expresa cierto grado de organización.

¿Por qué otro Indoamericano?

En diciembre de 2010, el Parque Indoamericano fue ocupado por más de 6 mil personas, en su mayoría provenientes de la villa 20. Hoy, febrero de 2014, un grupo mucho menor de los mismos pobladores, aunque de ninguna manera despreciable, protagonizó una nueva toma. El motivo de esta última (y de otras tantas ocupaciones efectuadas a lo largo de estos años) puede explicarse a partir de varios fenómenos, entre los cuales se encuentran el déficit habitacional debido al crecimiento en la densidad poblacional de la villa, el bajo presupuesto que el gobierno porteño destina a la política habitacional y, consecuentemente, las promesas incumplidas.
El crecimiento de las villas se manifiesta desde hace décadas. El censo de 1980 registró que los pobladores de las villas, asentamientos y núcleos habitacionales transitorios constituían el 1,3% del conjunto de los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires. En 1990, el censo registró un 1,8%, mientras que la cifra se incrementó en 2001 a 3,9% y en 2010 a 5,7%. Sólo en la última década, la población villera creció más del 50% (de 107.422 personas censadas en 2001 a 163.587, en 2010). Por su parte, la villa 20 también aumentó notablemente su cantidad de habitantes: en 2001 eran 16.108, mientras que en 2010 sumaron 29.782 personas censadas. Lógicamente, este crecimiento trae como consecuencia el hacinamiento, el déficit habitacional y un empeoramiento en las condiciones de vida.
El incremento de la densidad demográfica en las villas no fue acompañado por mayores ejecuciones presupuestarias para la construcción de viviendas. En este sentido, el Instituto de Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires (IVC) es la dependencia que dispone del presupuesto más elevado en materia de vivienda y la que ofrece programas para su construcción. A su vez, otorga una partida de dinero para otras tareas tales como el mejoramiento en villas (infraestructura y urbanización), créditos para la adquisición de casas y demás programas. A partir de un relevamiento de los presupuestos reales devengados por el IVC en el período 2005 y 2013 se pudo constatar lo siguiente. Entre los años 2006 y 2010, los montos reales ejecutados disminuyeron. De 470 millones de pesos destinados por el IVC durante el año 2006, el gasto real mermó a 161 millones de pesos en el año 2010. Es decir que, dicho monto descendió anualmente un 23% promedio. A partir del año 2011, con posterioridad a los sucesos del Indoamericano, el presupuesto real ejecutado comenzó a crecer a niveles que no alcanzan siquiera lo devengado en 2008. De este modo, entre los años 2011 y 2012 el gasto destinado por el IVC aumentó a un ritmo del 25% anual (201 y 250 millones respectivamente). Sin embargo, el monto devengado en 2013 ya mostró una merma del 5,4% respecto del año anterior.
En paralelo, el gobierno porteño dispone de un presupuesto para programas de emergencia habitacional, como por ejemplo, el Programa de Asistencia a Personas en Situación de Calle, Nuestras Familias (el cual destina una parte del subsidio para el pago de alquileres, expensas y gastos en materia de vivienda), paradores para asistir personas sin techo, etc. La ejecución real de estos montos se mantuvo en mayor o menor medida constante. Los momentos de menor presupuesto destinado a los programas de subsidios habitacionales, en el período relevado, son los años 2005 y 2006. En esta etapa, el promedio de dinero destinado a vivienda fue de poco más de 58 millones de pesos anuales. Mientras que, en el período 2007-2013 el gasto real ejecutado fue de 82 millones anuales, siendo el 2009 el año de mayor ejecución (93 millones de pesos).
Aunque estos indicadores operan a nivel general, las tendencias antes señaladas se expresaron sin duda en la ocupación del Indoamericano en el año 2010 y en la toma de febrero de este año en Villa Lugano. Los pobladores de la villa 20 se ven perjudicados tanto por efecto del crecimiento poblacional como por la falta de construcción de viviendas y la disminución en la capacidad adquisitiva de los subsidios habitacionales.
Finalmente, las promesas incumplidas por parte del gobierno porteño también abonan en la reanudación del conflicto en Villa Lugano. Durante los hechos del Indoamericano, entre negociaciones con el gobierno y represión de la Gendarmería y la Metropolitana, los ocupantes desalojaron el predio. Por su parte, el macrismo ofreció la construcción de viviendas que nunca se concretaron. Dados estos incumplimientos, los delegados de la toma actual se encuentran en asamblea permanente. El grupo más radicalizado, el que aún mantiene la ocupación, exige hechos concretos. Frente al ofrecimiento de palabra por parte del gobierno de que los ocupantes desalojen el predio a cambio de la promesa de urbanizar la villa, los delegados se opusieron. Ellos demandan aunque sea una hoja firmada por representantes del gobierno, un juez y el procurador general que certifique y garantice dichas propuestas. A quienes ocuparon el predio ya les prometieron la urbanización de la villa a través de la ley 1.770 en el año 2005 y no cumplieron, ya los desalojaron una vez del Indoamericano y a cambio no recibieron nada. Una vez más, con organización y lucha mediante, los villeros exigen una solución real para obtener una vivienda.

Alquileres precarios al alza

El incremento de los alquileres de las viviendas más precarias tiende a impactar cada vez más en la capacidad adquisitiva de las fracciones más pauperizadas de la clase obrera. Alquilar un monoambiente de 28 a 30 metros cuadrados en las zonas más accesibles de la ciudad porteña, como Mataderos, La Boca, Flores o Lugano costaba en julio de 2009 unos 700 pesos, durante el mismo mes en 2011, su precio era de 1.250 pesos. En enero de este año, los mismos departamentos se alquilaban por 2.355 pesos. Es decir que, en 4 años y medio estos alquileres se incrementaron a un ritmo promedio anual del 52%. A estos montos hay que sumarle el mes de depósito por adelantado, los honorarios a la inmobiliaria y una garantía. Para un jubilado que percibe el haber mínimo o un cartonero que no cobra el incentivo que paga el gobierno porteño, el alquiler de un departamento es prácticamente imposible.
Por otra parte, los precios de los alquileres en hoteles familiares no difieren sustantivamente. En julio de 2009, una pieza de 3 por 3 metros, sin baño privado y para un matrimonio sin hijos en las zonas de Constitución, Once o Flores se alquilaba por 600 pesos, mientras que para el mismo mes en el año 2011, se accedía a las mismas habitaciones por 974 pesos. En enero de 2014, los precios se incrementaron en promedio a los 2.200 pesos. A su vez, si no se quiere compartir el baño, el precio se incrementa de 200 a 500 pesos. Si con esto no se conforma y el inquilino exige televisión por cable, debe pagar 40 pesos más. Para este tipo de vivienda, el incremento porcentual de los precios por año fue de un 59%, aproximadamente.
La opción de alquilar una vivienda para un trabajador porteño puede resultar alejándose del centro al segundo o tercer cordón del conurbano bonaerense. Allí se abarata el costo de los alquileres, aunque se debe lidiar con el cada vez más deteriorado transporte público, el cual incrementó su tarifa. En un barrio precario de La Matanza, una casa con dos habitaciones costaba, en enero de este año, entre 1.100 y 1.400 pesos. A eso hay que sumarle unos 234 pesos mensuales de viaje hasta Once (9 pesos de boleto con SUBE por 26 días laborables) y las 2 horas y media diarias de recorrido. Estos precios se incrementaron a razón de un 61% anual en los últimos 4 años.
La única opción para los más pobres es alquilar una pieza de 3 por 3 metros sin baño privado en una villa, cuyo precio se incrementó a un ritmo del 35% anual entre los años 2009 y 2014. En la actualidad, alquilar una pieza en las villas de Retiro, Barracas o Lugano tiene un costo promedio de 900 pesos mensuales. Si la habitación se ubica en la zona más próxima a la salida del predio, o bien, en sus calles principales, el precio se incrementa a 1.000 pesos. En cambio, al alejarse cada vez más de los ámbitos preferenciales, una pieza puede costar entre 650 y 750 pesos.
Para las fracciones más pauperizadas de la clase obrera, los elevados precios en las villas dificultan el acceso inmediato a una vivienda. Por ejemplo, los migrantes bolivianos recién ingresados al país que se ocupan laboralmente en los talleres textiles no tienen más opción que aceptar el empleo con cama adentro. Esta situación es aprovechada por los patrones de la rama en cuestión para incrementar la jornada laboral y asegurarse una mayor explotación del trabajo en la medida en que exigen a los obreros el pago de su estadía con un porcentaje de su salario.

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