Convergencia: 30 años, 12 muertos, una década

Eduardo Sartelli sobre la democracia y la última década, en El Economista América, 16/12/2013

cristinafestejos635

El 10 de diciembre de 2013 resultó ser el punto de confluencia de varias historias: treinta años de democracia burguesa continuada, una década de crecimiento económico y 12 muertos en los recientes saqueos. En La plaza es nuestra escribí que «la Argentina explota cada 7 o 10 años»: 1975; 1982; 1989; 2001; 2013.
El país vive de la producción agraria, todo depende de los ingresos agropecuarios: el Estado, la industria mercado internista, los pagos de deuda, el tipo de cambio, etc. Al ciclo decenal que marcamos, se superponen entonces los límites del campo: dada una tecnología, el crecimiento argentino choca contra la frontera agraria. A partir de allí todo depende de los precios. Casi toda la «década ganada» es no mucho más que «efecto precio». En el límite, si los precios caen fuertemente, estamos en la catástrofe (2001); si los precios se sostienen altos, tenemos estanflación (2012-15).
Este comportamiento cíclico esconde una espiral descendente: a cada vuelta, las cifras reales de las variables fundamentales se quedan un escalón más arriba del abismo (2001-2002) pero uno más abajo del piso del ciclo anterior (1998). El resultado es un proceso de largo plazo de descomposición social, política y económica al que nos vamos acostumbrando y naturalizando. Ya no sorprende que haya drogadicción y narcotráfico de masas; a nadie llama la atención el enrejamiento de todo lo que pueda ser enrejado; el resultado de las pruebas PISA, tampoco es motivo de asombro; que haya villas miserias en cada descampado menos. Si un niño llora «hambre de agua», conmueve a unos pocos durante 15 minutos.
El gobierno actual ha manejado la economía de la peor manera posible: le dieron una calesita nueva y la chocó en la segunda vuelta. No es el único culpable: toda la burguesía argentina dilapidó inútilmente la mayor masa de recursos que se recuerde en décadas. Se acusa a los pobres que viven del presupuesto estatal, pero ellos han recibido migajas de ese festín de ineficiencia que es la economía argentina. Si no, no estaríamos hablando de saqueos ni de policías sublevados ni de lo que se viene, la rebelión del resto de los empleados estatales. La crisis social empieza por las provincias, es decir, las porciones más débiles del Estado, y por los empleados estatales y los desocupados, las fracciones más frágiles del proletariado argentino.
El país se hunde, pero los ricos son más ricos y los pobres más pobres. Lo que se agotó no es el inexistente modelo de «crecimiento con distribución». Estamos ante el límite histórico de una experiencia social: la Argentina capitalista. Si los trabajadores no asumen una responsabilidad dirigente, seguiremos en esta decadencia perpetua en la que nos vamos acostumbrando a todo. Como que bajo gobiernos «democráticos» elegidos por grandes mayorías, se produzcan verdaderas masacres, que superan largamente a los fusilados en la operación que describe Rodolfo Walsh.

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