La otra Revolución de Mayo. Entrevista a Fabián Harari por Leonardo Herreros.

El investigador Fabián Harari discute los mitos de la historia tradicional sobre este proceso. Revela que detrás de los próceres había una clase social con intereses económicos y políticos bien concretos y que en la ruptura del orden colonial hubo internas, resistencias, violencia y terror de Estado.

Quienes hayan estudiado la Revolución de Mayo en las escuelas en las últimas cuatro décadas se han topado básicamente con dos versiones, según el historiador Fabián Harari. Una, la de una gesta realizada por «superhombres» de cualidades extraordinarias, héroes o iluminados que forjan una nación, un «ser nacional», una «conciencia innata» que se remonta a los orígenes de nuestra historia. Otra, que denomina «posmoderna» es la que señala que aquel 25 de Mayo y en los años posteriores sólo hubo un cambio legal, próceres que sólo actuaron ante un vacío legal y unas circunstancias (la caída de la dinastía borbónica en 1808) que forzaron la independencia, una sociedad casi sin conflictos donde casi todo ocurrió en el nivel de los discursos.

Contra estas concepciones, Harari realiza un análisis sociológico sobre los actores y circunstancias de aquel 25 de Mayo y busca analizar lo que a su juicio fue un proceso revolucionario, donde hubo una transformación de las relaciones sociales, a menudo usando el terror de Estado y la violencia, por parte de una clase social, la burguesía agraria, que en alianzas con otras clases actuó como fuerza social para terminar con el orden feudal y el sistema de comercio monopolista del virreinato que impedían su desarrollo.

Durante su extensa investigación, Harari, doctor en Historia, integrante del Ceics (Centro de Investigación en Ciencias Sociales) y docente en la UBA, ha producido diversos trabajos de investigación sobre los orígenes de la burguesía rioplatense, el orden colonial y la Revolución de Mayo, además de dos libros: «Hacendados en Armas. El cuerpo de Patricios, de las Invasiones Inglesas a la Revolución (1806-1810)» y «La Contra. Los enemigos de la Revolución de Mayo, ayer y hoy», entre otros.

Allí analiza los orígenes sociales de los próceres de Mayo y recuerda que tanto Manuel Belgrano como Cornelio Saavedra, por ejemplo, integran familias de grandes hacendados y Mariano Moreno es abogado de los intereses de las más importantes estancias. Y que, en su programa, además del libre comercio y la oposición al monopolio, son férreos defensores del desarrollo de la propiedad privada, exigen el «arreglo de la campaña» que incluía expropiar a pequeños campesinos, combatir el cuatrerismo de «forajidos» e indígenas y el «disciplinamiento» de los trabajadores para abaratar la mano de obra. Por otra parte, destaca también la «quiebra» del Estado que se produce tras las Invasiones Inglesas, que va a dejar a Buenos Aires con casi 8.500 hombres armados en milicias, que eligen a sus oficiales en asambleas y no se disuelven tras la derrota inglesa. «En una población de casi 40.000 personas, como tenía en ese entonces la ciudad, es como si en la Buenos Aires de hoy hubiera 850.000 personas que tienen armas, se las llevan a su casa y deliberan políticamente», explica en sus trabajos.

En diálogo con «Debates», Harari analizó los principales aspectos de este proceso.

Usted ataca dos visiones tradicionales de la Revolución de Mayo, la revisionista, de un ser nacional que se estaba desarrollando y la de una clase inmadura que aún se desarrollaba.

-Hay una visión revisionista liberal, que no tiene mucha influencia académica, pero sí mucha popular, porque es lo que ha aprendido cada argentino hasta la década del 80, donde el Estado nacional no lo formó la burguesía sino unos próceres, un grupo o clase nacional. Pero lo que predomina hoy en la academia, en los manuales escolares, es la versión posmoderna, que habla en términos de ausencia de conflicto real, de motivaciones o clases sociales y por ende de un proceso histórico sustantivo. No hay conflicto, no hay intereses ni lucha de clases sociales, no hay procesos sustantivos, el Estado ni siquiera existe. La historia posmoderna junta hechos y los relata, sin capacidad explicativa sobre la capacidad humana de entender la historia y transformarla. En contra de esas dos visiones realicé mi investigación. No me simpatiza la idea de un «ser nacional» ni del fin o inexistencia de la historia, pero si las fuentes y los hechos demostraran que eso es cierto, me rendiría ante la evidencia.

¿Y a que conclusión llegó?

-Que nada de eso es cierto, hay una maduración de una clase social, la burguesía agraria rioplatense a partir de la segunda mitad del siglo XVII, fortalecida a partir de las reformas liberalizadoras borbónicas. Una burguesía básicamente agraria, más específicamente ganadera, productora de cuero y carne para el abasto de Buenos Aires, pero básicamente la plata la hacía vendiendo cueros a España o a algún embarque de contrabando a Inglaterra. Ésa es la primera forma que toma nuestra burguesía, explotando trabajo asalariado en su mayor parte, pero también explotando mano de obra esclava, que tenía un rol importante en algunas estancias.

Usted señala que esta burguesía antes del cabildo del 25 de Mayo tiene reivindicaciones económicas concretas, detrás de un discurso genérico de libertad, igualdad, etc.

-Sí, es evidente. Detrás de los discursos sobre «soberanía popular», «igualdad», «libertad» etc. se encuentra el problema de la propiedad privada, de la diferencia entre clases, del acceso de la burguesía al poder y de la eliminación de trabas al desarrollo del capitalismo en la región. Un historiador tiene que ver los verdaderos intereses detrás de los discursos genéricos y ambiguos, y esos intereses de clases eran burgueses.

-¿Por ejemplo?

-En el caso de Belgrano, por ejemplo, que decía que había que obligar a los peones a trabajar todo el día, «no dejarlos fumar ni distraerse», que se debía «eliminar» a los pequeños propietarios porque eran un obstáculo a la gran producción ganadera y por lo tanto para la «baratura» de las mercancías que se exportaban.

Ud. desmitifica la idea de los «próceres» sólo preocupados por el «bien común» sino también como defensores de intereses bien concretos.

-Belgrano era burgués, su padre fue un estanciero muy importante en Buenos Aires y la Banda Oriental, que en aquella época era parte del virreinato del Río de la Plata. Administraba el establecimiento más importante de esa zona, la Estancia de las Vacas, que le arrendaba a la Hermandad de la Caridad. Es decir, los intereses de Belgrano eran los de cualquier estanciero. Escribió sobre eso en el Telégrafo Mercantil, en el semanario de Agricultura, Ganadería e Industria y editó el Correo del Comercio. Si repasa todo lo escrito por Belgrano en esos lugares, hay una preocupación muy grande por el desarrollo del capitalismo agrario.

¿Cómo se prepara esta burguesía en los años previos al 25 de Mayo? Usted menciona el Telégrafo Mercantil y la Sociedad Patriótica como instituciones clave.

-En realidad, la primera organización que se da en la burguesía agraria argentina es casi de tipo militar, en las zonas de frontera, para evitar que los indígenas se lleven el ganado, en 1751. La primera organización fuerte es el Gremio de los Hacendados, una especie de sindicato donde la burguesía pide por sus condiciones de vida, que se funda en 1776. Allí eligen representantes, que se convierten en una dirección que eleva propuestas al virrey y la Corona, por ejemplo para que asegure la propiedad de la tierra, para que permita comprar y vender tierras, que asegure propiedad de ganado, que permita comerciar con Inglaterra o que les cobre menos impuestos. Es decir, todo lo que pide un burgués en desarrollo. Luego aparecen los periódicos: entonces ya no es sólo una presión corporativa, sino que, como en el Telégrafo Mercantil, que luego es clausurado, aparece ya una visión más general de la clase, no sólo qué hacer con la tierra o el ganado sino cómo debería organizarse toda la sociedad, mediante una visión liberal. En esos periódicos se ve claro: en la exaltación del individuo, del interés personal, la idea de que si cada uno sigue su propio interés, progresará armónicamente toda la sociedad y de que no hay que poner obstáculos al desarrollo de la propiedad y la ganancia individual.

Usted destaca también la formación de milicias tras las Invasiones Inglesas (1806-1807)

-La formación de las milicias obedece a una quiebra del Estado, generada por las Invasiones Inglesas. En primera instancia hay un saqueo de los arsenales por parte de la población, un primer movimiento y luego que la población se arma contra los ingleses, viene Liniers con un ejército regular y se produce la reconquista, que desata un proceso que venía de antes: la población que maneja sus propias armas. Obviamente el Cabildo intenta ordenar esto y aparecen los regimientos de Patricios, que son de Buenos Aires, los Arribeños que vienen de «Arriba» o el interior (la Patagonia y el sur aún no existían como entidad), los de Catalanes, Gallegos, Cántabros, Andaluces, el Tercio de Pardos Negros y Mulatos, que eligen a sus oficiales en asambleas. Protagonizan una insurrección luego de las invasiones, donde se depone al virrey Sobremonte y se establece a Liniers: la sociedad pone un virrey, lo cual para la época es ilegal. También eligen a sus oficiales en asambleas. Es decir: es una sociedad donde el mando ya no va de arriba hacia abajo. Hay una crisis orgánica, de hegemonía, un doble poder. Frente al poder del Estado, que son el Cabildo y las Audiencias, aparecen las milicias. Siempre se dice que eso fue producto de la invasión napoleónica a la península, pero todo esto ocurre en 1806, dos años antes de que Napoleón pusiera un pie en España.

¿Qué rol tienen estas milicias el 25 de Mayo y después?

-Es dispar. Algunas se organizarán para defender el orden establecido (los comerciantes monopolistas y el sistema colonial) ante un ejército diezmado, pero otras se arman para más bien mantener el poder de las clases subalternas: la burguesía y las clases explotadas y serán las que van a llevar adelante el asalto al Estado y al poder en la Revolución de Mayo. Hablo del Cuerpo de Patricios, los Arribeños, de los cuerpos de Húsares, de Castas (el cuerpo de Patricios estaba integrado por artesanos, pequeños productores de manufacturas y jornaleros, trabajadores no especializados de la ciudad o el campo).

-Le menciono el tema milicias porque una de sus críticas a la historiografía tradicional es cierto ocultamiento en la «historia oficial» del uso de la violencia y el terror, que sí existieron en la Revolución de Mayo.

-Sí, al ocultar que en esa revolución se enfrentaban clases e intereses sociales antagónicos se le quita importancia al conflicto. La violencia no aparece, o se muestra como algo puramente personal entre los líderes, desgajada del proceso histórico. Si uno mira lo que pasa y quién usa la violencia y el terror y contra quién, no surge de un interés personal sino social, del uso de la violencia. Primero, para reprimir a la anterior clase dominante: los comerciantes monopolistas y los miembros de la Corona. Y no sólo para forjar esa nueva sociedad, sino reprimir cualquier elemento que saque a la revolución de su cauce liberal-burgués.

Que los campesinos, jornaleros, esclavos, artesanos etc. de las milicias adopten otras reivindicaciones por fuera de las liberales…

-Exacto.

Usted plantea el uso de la violencia y el terror de Estado como métodos políticos en esa revolución triunfante.

-La violencia busca romper con las relaciones viejas, feudales y crear nuevas relaciones capitalistas. Por ejemplo, el capitalismo agrario. La Junta define la concentración de la propiedad agraria, la expropiación de propiedades realengas (de la Corona), la expropiación de tierras eclesiásticas. Se produce la expropiación de pequeños productores y su proletarización, aparecen recursos para expulsar a la población indígena en territorios de frontera y la destrucción de su modo de producción para crear formas capitalistas de producción, la destrucción de formas de producción anteriores como las artesanías provinciales y además se ayuda a la creación de alianzas burguesas a nivel nacional a partir del desarrollo del capitalismo en las diferentes regiones de lo que va a ser Argentina.

Ud. señala que este movimiento finalmente genera una sociedad más nueva y justa de la feudal que reemplaza.

-Más nueva seguro, y más justa en este sentido: se produce la abolición de la esclavitud, de los títulos de nobleza, de los estamentos, todo eso representa un progreso. El capitalismo es un progreso. Uno como socialista cree que la revolución socialista es necesaria porque cree que el capitalismo ya cumplió su ciclo, pero en 1810 hubiera sido un revolucionario burgués.

¿Qué lección le da la Revolución de Mayo a la Argentina de hoy?

-En primer lugar, que la transformación social es posible: en ésa época se rompieron relaciones sociales caducas y se crearon nuevas, esto es posible.

Dos, la revolución es posible siempre y cuando la clase social interesada en la transformación social se organice con un programa y una dirección, como la tuvieron los líderes de ese Mayo.

Tres: este país no lo hizo un conjunto de gente ilustrada ni lo hicimos entre todos: lo hizo la burguesía para sus propios intereses, por lo tanto el Estado liberal responde a la burguesía y a otros fines, y si se quiere otra sociedad hay que tomarlo. Leonardo Herreros

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