«Venezuela: al capitalismo le sobra gente», Juan Kornblihtt en Miradas al Sur, 10/03/2013

 

petare Venezuela: al capitalismo le sobra gente
 

Miradas al Sur

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Año 6. Edición número 251. Domingo 10 de marzo de 2013
Por  Juan Kornblihtt. Becario postdoctoral de Conicet, investigador del IEALC y militante de Razón y Revolución
 
Al capitalismo le sobra gente. Miseria, mortalidad infantil, empeoramiento de la salud y la calidad educativa son la norma de muchos países. Pero en Venezuela al capital le sobra más gente que en otros lados. Las empresas que acumulan en ese territorio son ineficientes y poco competitivas. Sobreviven gracias a que apropian la mayor parte de la renta de la tierra petrolera. No necesitan obreros sanos ni educados. Por eso reina el empleo precario y la miseria.
Ese carácter sobrante de la mayor parte de la población se agudizó con la crisis de mediados de los ’80 y los ’90. La fuerte caída del precio del petróleo quitó la máscara con la que se encubría el drama social del país caribeño. Las masas no soportaron más y se rebelaron en 1989 en el llamado Caracazo. Saqueos y manifestaciones se desencadenaron ante el intento de subir el precio de la nafta que estuvo y sigue a precio regalado. A los tres años, Chávez encabezó una rebelión militar que se planteó como heredera del mismo. En su mayoría eran soldados rasos, pertenecientes a esa población que el capital despreciaba. No triunfó pero quedó como el abanderado de los humildes, hecho que pudo capitalizar en las elecciones de 1998 donde ganó ya de traje y corbata y sin fajina.
Le duró poco la ropa civil que marcaba un intento más conciliador con la burguesía local y extranjera de la mano de la Tercera Vía. Pero la disputa por el control de la renta petrolera se volvió cada vez más aguda. Chávez apostó a estatizar Pdvsa, una empresa estatal de petróleo pero en los hechos bajo el control de empresas privadas. La burguesía nacional y extranjera se resistió y vino el golpe. En 2002, las masas se sublevaron una vez más como había ocurrido en el Caracazo pero ahora no para saquear, sino para sacar de la cárcel a Chávez y evitar el control directo del gobierno por parte de los patrones.
Esta nueva movilización popular cambió el escenario por completo. La suba de la renta petrolera que comenzó en 2002 daba condiciones para que esas masas activas tuviesen su recompensa por la lucha. Después de años de ver empeorar sus condiciones de vida, su lucha rendía frutos y conseguían revertir la tendencia. El crecimiento del gasto social por habitante alcanzó récord históricos: mejoró la salud y la educación; bajó la mortalidad infantil y el analfabetismo. Sobre todo, creció la asistencia social directa a los más pobres, aunque también creció el salario real (aunque es cierto no en niveles tan altos como lo hacía el gasto social y apenas superaba el nivel ya de por sí bajo de los ’90) y se lograron ciertas leyes favorables como la extensión de las licencias por maternidad o limitaciones a los despidos (aunque no se aprobó la reducción de la jornada laboral).
Chávez se ganó el fervor de la mayoría de la población como lo demostraron las elecciones ganadas y el poder de movilización. Pero el vínculo con Chávez no fue ni irracional ni místico. Cuando entre 2008 y 2009 cayó el precio del petróleo, dado su carácter contradictorio de apoyarse en la masas pero sostener el capitalismo, el chavismo no dudó en hacer pagar a los trabajadores el ajuste. En las elecciones legislativas de 2010, Chávez lo pagó caro y ganó por apenas el 1% con un alto nivel de abstención.
Pese a su discurso socialista, el chavismo no avanzó hacia una expropiación de los resortes económicos manejados por la burguesía que deja el gasto social al vaivén del precio del crudo. La caída de su popularidad no fue más profunda porque el precio del crudo remontó. Aunque pataleen y estén dispuestos a golpes militares para quedarse con una porción más grande, la mayor parte de la renta petrolera va a parar a manos empresarias. La rentabilidad alcanzada en estos años es récord a pesar de que la productividad física se estancó. Las estatizaciones que tanto resistieron fueron en general a empresas quebradas sin afectar nunca a los grupos económicos más rentables. Al no haber cambiado el control de una ineficiente burguesía local, las condiciones de vida que generan la población sobrante siguen presentes. Pese a más de una década de crecimiento del gasto social, el empleo “en negro” sin cobertura social es de más del 40% y hay un 30% de empleo estatal sujeto a los vaivenes del presupuesto nacional.
El gasto social permitió mejorar las condiciones de vida de los que sobran pero sin cambiar las condiciones por la cual sobran. La muerte de Chávez es un dolor inmenso para una población que a través de él [Inicio de marcador de RTF: }_GoBack] consiguió mejorar su nivel de vida después de décadas de decadencia. Pero la defensa de los logros obtenidos no vendrá de su recuerdo o de la búsqueda de un sucesor a quien adorar. La movilización popular es la que consiguió las mejoras. Pero si la burguesía sigue manejando los resortes de la economía, como ocurre ahora con el chavismo, estará agazapada para dar el zarpazo ante la primera crisis. Como indica la devaluación de hace unos días, que descarga parte del ajuste en los más humildes, los herederos de Chávez en el poder no están dispuestos a avanzar en un sentido revolucionario para evitar esto e incluso en muchas ocasiones sirvieron de correa de transmisión de intereses reaccionarios. Por la fuerza alcanzada, los sobrantes para el capital muestran en Venezuela un gran poder, pero deberán tomar el mundo en sus manos para dejar de serlo.
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